10 de junio de 2012

Te mueves rápido.

Hay días en los que no tengo ganas de nada, me levanto maldiciendo mi vida, me ducho pensando en lo mal que me va, salgo a la calle creyendo que nada va a mejorar y entonces te veo, caminando sin pensar en nada, como si le restases importancia a absolutamente todo hasta el punto de convertirlo en una simple acción.

Cómo tocar un cardo y no pincharse.

Nunca te habías preguntado ese tipo de cosas, pero entonces me encontraste y te enseñé que puedes tirarte en medio de un campo de flores y sentir algo más que un simple "que bonito".
Te dije al oído todos y cada uno de mis secretos inconfesables.
Te cerré los ojos, te puse una espiga en la mano y lo adivinaste a la primera.
Te completé.
Te quise, y tu también me querías.

Extrañamente cierto.

Me siento genial, mucho mas seguro de mí mismo, mucho mas guapo, mucho mas interesante y optimista.
¿Sabes por qué es?
Porque tú me miras de esa manera.
Me miras como si fuese infinitamente hermoso, hermosamente infinito, como si solamente pudieses mirarme a mí de esa forma.

 

Hoy huele a típico día de verano de hace dos años.

Esos días en los que fuese la hora que fuese, parecía ser sobre las seis de la tarde, cuando el sol traspasa la persiana y me llega a los ojos. 
Me llega ese olor tan característico.
Me siento como me sentía en aquel entonces, los matices de las situaciones no importan, la sensación es la misma, y no me gusta nada. Es parecido a la angustia de estar hundiéndose en algo tan pegajoso que te impide salir, pero no moverte dentro de él, te deja creer que puedes escapar, pero es imposible.
Y con respecto a él, todo es igual, no es una persona, es lo que siento por la idea de esa persona, por eso es exactamente la misma y asquerosa sensación dentro de mi cabeza, que no del corazón.
Siento impotencia, ganas de moverme, de quitarme este peso que no termino de comprender de encima, quiero y necesito aliviarme, verle otra vez.
Puedo llorar como lo hacía antes, sin ningún tipo de estimulación externa, tan solo pensando en una sola cosa cae la lagrima, no sé si debo alegrarme de haber recuperado esa capacidad que es poéticamente hermosa o torcer el gesto por estar derramando lo que hace evidente que, como hace dos años, no es mi mejor momento.
Sea como sea, la vida sigue, y eso es tan típico como que después de escribir eso mismo no me lo aplique.
Día a día, todo se irá viendo, realmente me alegro de haber escrito todo esto, cuando lo lea me recordará que sigo siendo el mismo que en aquel verano tan desastroso, que sigo siendo yo.