9 de diciembre de 2012

Menta y escarcha

He pasado demasiado tiempo con los pies desnudos dentro del arroyo del bosque donde llevo diecisiete otoños perdido, tanto tiempo que ya no alcanzo a percibir ni el frío penetrante del agua que fluye y esquiva grácilmente mis tobillos.
He robado tantos petalos de girasol para tener la sensacion de estar en un lugar cálido que no recuerdo como se sentía que el sol volviese radiante despues de la noche gélida y derritiese la escarcha de mis labios desusados.
Los renacuajos han huído de las charcas donde me veía reflejado y no podía reconocerme hasta que mi locura hacía aparecer tu imagen al lado de la mía.
Y ya no escucho nada en este bosque, los pájaros han callado, me miran con desdén desde las ramas de los árboles que hace no mucho tiempo escalaba para sentir el viento balanceándome. Y tengo la sensacion de que el amanecer llegará en el segundo siguiente a pensarlo, pero no es así.
He intentado huir, evadir los troncos de los árboles, saltar el arroyo, taparme los oídos y no escuchar las voces sordas de este lugar que ya no me acepta, que ya no me reconoce. 

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