31 de julio de 2013

Hypothermia

El frío ha acabado conmigo.
La sangre que resbala por mis resquebrajados labios azules crea el contraste perfecto entre la vida y la muerte, entre lo que se escapa de mí y lo que ahora se ha apoderado de mi cuerpo.
La nieve se mece tranquila hacia mí, y ya no hay calor en mi cuerpo como para derretirla
Ya no tendré que preocuparme nunca más por todas las cicatrices que me hice mientras intentaba superar el frío, no tendré que volver a levantarme y buscar el sol, persiguiéndolo como si fuese a poder vencer con su ayuda, como si pudiese alcanzarlo tan solo con caminar en la dirección en la que parece estar.
¿Pero qué puedo hacer?
Todo lo que había en mi cabeza era confuso, no sabía siquiera distinguir lo real de lo que era producto del problema.
La desesperación de no entender nada de lo que mi cabeza maquinaba, de no reconocer si estaba bien o mal.
De todas maneras el tiempo es algo que no depende de mi, y ha seguido pasando, al igual que el frío ha seguido atacándome y ha acabado por ganar.
Quién sabe, tal vez no estaba confundido y realmente estoy bien, tal vez este frío es cosa de mi cabeza, al igual que todo lo demás.
Esto podría no ser más que un sueño, una realidad que estoy creando porque siento que algo no va del todo bien.
Y temo haberme herido a mí mismo en todo esto.
Pero la sangre sigue ahí, fluyendo, resbalando por mi blanco nuclear.



28 de julio de 2013

Directo

Ya he disparado, y no puedo apartar la vista del lugar donde sé que acertaré el tiro mas certero jamás lanzado.
Justo donde clavo la mirada, en ese lugar al que luego he de ir a recoger la flecha para volverla a disparar aun más lejos, superándome .
No me preocupa la trayectoria, sé que daré en el centro de la diana, y con eso en la cabeza sigo observando, esperando que todo cambie.
No sin poner de mi parte, el lanzamiento ya está hecho, y con él todo lo que debo hacer va avanzando, poco a poco.
Nada ni nadie puede detener esa punta de acero que rompe el viento, que aprovecha cada aparente obstáculo para coger más fuerza y poder realizar todo lo que he puesto en ella.



23 de julio de 2013

Intentando intentarlo

Un parpadeo.
Inhalar.
Exhalar.
Tragar saliva.
Latir.
No hay nada más involuntario que yo mismo.
Nada que pueda ser tan caótico.
Nada.
Todas y cada una de las acciones del día a día no tienen sentido cuando me pongo a pensar, soy capaz de darles una nueva forma, capaz de destruir la concepción del mundo y rehacerla según cómo me haya levantado.
La virtud o la desgracia de poder controlarlo todo me ahoga, necesito una solución, necesito no pensar, aunque para eso deba llevar esa habilidad al máximo, ponerme en el punto crítico donde un impulso tan involuntario como yo mismo me pueda dirigir a donde no quiero ir.
Esa capacidad de moldear hasta lo más rígido e inflexible, de poder coger cualquier cosa y simple y sencillamente reestructurarla.
Conocerlo todo, saberlo todo, recordarlo todo.
Y conmigo mismo esa habilidad se anula, se desvanece.
No puedo cambiarme, no soy capaz de darme una nueva forma, de analizarme y conocerme tanto que no me dé miedo destruirme para poder volver a nacer siendo alguien diferente, nuevo, mejor.
Todas y cada una de las cosas que he vuelto a crear de cero están en constante cambio, y yo necesito evolucionar, no reconocerme, dejarme atrás.
Pero nunca he sentido la necesidad de moldear lo que ya me resulta correcto, lo que a mi juicio no precisa de reestructuración alguna, pues es justo como debe ser.
Algo tan perfecto que puede mejorar por sí mismo no necesita de mi ayuda.
Y es así como me he dado cuenta de quién soy, de cómo soy, alguien fuerte, duro, transparente y elegante, que puede pulirse a sí mismo sin la ayuda de nadie, que está por encima del cambio. 
Alguien sencillo y complejo al mismo tiempo.
Alguien que refleja a quien se ve en él.
Alguien hermoso, con tantos vértices y tantas caras como posibilidades de romperse.
Un diamante.


10 de julio de 2013

Esperando

Ahora más que nunca valoro los detalles, ahora que veo que lo nuestro se torció y que nunca ha tenido solución alguna.
Es tan difícil irrumpir en la vida de alguien, en todo su entorno, en esa persona misma, en su cabeza, sus planes, su día a día, y conseguir que toda esa interrupción le resulte agradable, que le guste tenerte entre sus proyectos de futuro, que se sienta bien sabiendo que puede tenerte al lado de ahora en adelante.
Por eso busco a alguien, a ese alguien a quien aun no he encontrado.
Una mirada que lo diga todo, verme reflejado en tus ojos, no necesitar nada más, saber que puedo contar con ese contacto invisible que se crea cuando cruzas tu mirada con la mía y el tiempo se detiene por completo.
Rozarte con las yemas de los dedos y sentir como se te eriza la piel, compartir el escalofrío de ese momento.
Estar a escasos milímetros del beso de nuestras vidas, pero retener el momento, disfrutar de la infinidad de estar al borde de que todo empiece a truncarse, y sentir ese algo que nace y que nos quiere unir, que nos empuja al uno contra el otro, que nos ataca diciéndonos que nos lancemos.
Que sea algo tan simple como un abrazo lo que más me consiga hacer sentir que te necesito, que el contacto contigo es algo que me asusta tanto perder que no puedo dejar de apretar mi cuerpo contra el tuyo deseando que seamos uno, sintiendo las arrugas en la ropa y tus manos abarcando lo máximo posible, contándome que tu quieres exactamente lo mismo.
Y al apartarnos, que tu olor me inunde y no me deje respirar, querer más, aunque no pueda contenerlo.
Saber que lo que me hace cosquillas no es ninguna mariposa, es el saber que te he encontrado contenido en una lágrima que resbala por mis mejillas.
Sentir esa caricia eléctrica que comienza con un dedo recorriendo mi mandíbula, y que esa caricia se rompa con el sonido del trueno cuando posas tu pulgar al lado de mi oreja y acercas mi cabeza con tu mano, directa hacia ese beso de tormenta.
Un beso que parece de plomo, conteniendo tanta carga emocional que consigue que pese, pero que se vuelve liviano en el instante en el que nuestros labios por fin se unen, y que entonces se produzca la reacción que tanto tiempo llevabamos reteniendo, el descontrol que había estado en nuestras cabezas demasiado tiempo solo para disfrute nuestro, y que ahora resquebraja el cielo con tanta fuerza que parece que todo vaya a estallar.
Y así es, todo se rompe con el estruendo de ese beso, todo pierde importancia, la nada nos inunda, y desde ahí volvemos a crear el mundo al separarnos, construyendo todo tal y como estaba antes de que nos dejasemos llevar, pero deseando volver a romperlo de nuevo.



9 de julio de 2013

De cómo escapar de uno mismo

Cuando ya has caído y sabes lo que hay al borde de ese abismo al que has conseguido volver a subir, todo es mucho más difícil.
No temes a lo desconocido, temes a todo lo que ya sabes que te espera, y aun sabiendo lo que es, no lo comprendes del todo.
El cielo arde bajo tus pies ahí abajo.
Pierdes completamente el control de todo.
No sabes qué es lo que te espera a cada segundo que pasa.
Es una sensación indescriptible.
Y cuando consigues salir solo caminas con miedo de volver a caer.
Si caminas mirando a donde caíste y temiendo volver a caer estas perdiendo equilibrio a cada paso.
Pisa fuerte sobre el borde esperando lo mejor, mira al frente, ya conoces el camino.