10 de julio de 2013

Esperando

Ahora más que nunca valoro los detalles, ahora que veo que lo nuestro se torció y que nunca ha tenido solución alguna.
Es tan difícil irrumpir en la vida de alguien, en todo su entorno, en esa persona misma, en su cabeza, sus planes, su día a día, y conseguir que toda esa interrupción le resulte agradable, que le guste tenerte entre sus proyectos de futuro, que se sienta bien sabiendo que puede tenerte al lado de ahora en adelante.
Por eso busco a alguien, a ese alguien a quien aun no he encontrado.
Una mirada que lo diga todo, verme reflejado en tus ojos, no necesitar nada más, saber que puedo contar con ese contacto invisible que se crea cuando cruzas tu mirada con la mía y el tiempo se detiene por completo.
Rozarte con las yemas de los dedos y sentir como se te eriza la piel, compartir el escalofrío de ese momento.
Estar a escasos milímetros del beso de nuestras vidas, pero retener el momento, disfrutar de la infinidad de estar al borde de que todo empiece a truncarse, y sentir ese algo que nace y que nos quiere unir, que nos empuja al uno contra el otro, que nos ataca diciéndonos que nos lancemos.
Que sea algo tan simple como un abrazo lo que más me consiga hacer sentir que te necesito, que el contacto contigo es algo que me asusta tanto perder que no puedo dejar de apretar mi cuerpo contra el tuyo deseando que seamos uno, sintiendo las arrugas en la ropa y tus manos abarcando lo máximo posible, contándome que tu quieres exactamente lo mismo.
Y al apartarnos, que tu olor me inunde y no me deje respirar, querer más, aunque no pueda contenerlo.
Saber que lo que me hace cosquillas no es ninguna mariposa, es el saber que te he encontrado contenido en una lágrima que resbala por mis mejillas.
Sentir esa caricia eléctrica que comienza con un dedo recorriendo mi mandíbula, y que esa caricia se rompa con el sonido del trueno cuando posas tu pulgar al lado de mi oreja y acercas mi cabeza con tu mano, directa hacia ese beso de tormenta.
Un beso que parece de plomo, conteniendo tanta carga emocional que consigue que pese, pero que se vuelve liviano en el instante en el que nuestros labios por fin se unen, y que entonces se produzca la reacción que tanto tiempo llevabamos reteniendo, el descontrol que había estado en nuestras cabezas demasiado tiempo solo para disfrute nuestro, y que ahora resquebraja el cielo con tanta fuerza que parece que todo vaya a estallar.
Y así es, todo se rompe con el estruendo de ese beso, todo pierde importancia, la nada nos inunda, y desde ahí volvemos a crear el mundo al separarnos, construyendo todo tal y como estaba antes de que nos dejasemos llevar, pero deseando volver a romperlo de nuevo.



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