10 de junio de 2012

Hoy huele a típico día de verano de hace dos años.

Esos días en los que fuese la hora que fuese, parecía ser sobre las seis de la tarde, cuando el sol traspasa la persiana y me llega a los ojos. 
Me llega ese olor tan característico.
Me siento como me sentía en aquel entonces, los matices de las situaciones no importan, la sensación es la misma, y no me gusta nada. Es parecido a la angustia de estar hundiéndose en algo tan pegajoso que te impide salir, pero no moverte dentro de él, te deja creer que puedes escapar, pero es imposible.
Y con respecto a él, todo es igual, no es una persona, es lo que siento por la idea de esa persona, por eso es exactamente la misma y asquerosa sensación dentro de mi cabeza, que no del corazón.
Siento impotencia, ganas de moverme, de quitarme este peso que no termino de comprender de encima, quiero y necesito aliviarme, verle otra vez.
Puedo llorar como lo hacía antes, sin ningún tipo de estimulación externa, tan solo pensando en una sola cosa cae la lagrima, no sé si debo alegrarme de haber recuperado esa capacidad que es poéticamente hermosa o torcer el gesto por estar derramando lo que hace evidente que, como hace dos años, no es mi mejor momento.
Sea como sea, la vida sigue, y eso es tan típico como que después de escribir eso mismo no me lo aplique.
Día a día, todo se irá viendo, realmente me alegro de haber escrito todo esto, cuando lo lea me recordará que sigo siendo el mismo que en aquel verano tan desastroso, que sigo siendo yo.

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