5 de septiembre de 2013

Cosas no dichas

Un día como otro cualquiera enciendes tu cabeza para seguir pensando en todo lo que te preocupa, y te das cuenta de que incluso eso te resulta difícil. Que todo puede prender si le aplicas la chispa adecuada. Que tu cabeza a pájaros ahora es una bandada incontrolable de cosas que no comprendes del todo bien. Que en algún lugar del camino te perdiste y ahora no sabes donde te encuentras. Que la única manera de avanzar es cerrando los ojos e imaginando que todo va bien, que sigues caminando por donde deberías.
Es como resquebrajarse, sientes que te cuarteas y que comienzas a desprenderte de ti mismo, cayendo al suelo, derrumbándote.
Quiero luchar, quiero ser feliz, estar bien, estar como siempre he estado, dejar de temblar, dejar de darle vueltas a todo, solucionar lo que sea que tenga que solucionar, encontrar motivos, metas, superarme, superarlo.
Ojalá pudiese gritar tan fuerte como mis pulmones me permitan, echarlo todo, que mi eco me deje oír todo lo que se desvanece en la nada, sentir que ese peso desaparece.
Es tan difícil enfrentarse a uno mismo.
Y todo sigue en mi cabeza, y yo intentando comprenderlo, intentando comprenderme.